Rumbo desconocido.

El tiempo pasa de distinta forma según la persona y la situación, cuando uno se divierte, este pasa volando, pero si se aburre, o es una persona triste, se puede estancar hasta parecer eterno. A pesar de la forma en la que pase el tiempo para el mundo, este tiene la peculiaridad de que siempre pone las cosas en su lugar, viéndolo así, tal vez fue el destino el que llevó a Rei a la orilla de una de las playas del país de las Olas ese día. El joven rubio de 10 años esperaba a alguien jugando en la arena, llevando el disfraz de gato azul con un collar con una especie de reliquia en forma de cantimplora que solía vestir siempre, junto con el ojo derecho pintado de negro como una mancha, sus ojos verdes brillaban con el resplandor característico de la juventud mientras este corría de un lado a otro, huyendo de las olas del mar.
-¡Jajajajaja, venid olas venid, no podréis conmigo!
Los rayos del atardecer ya se posaban sobre el suelo y el agua, haciendo bellos juegos de colores en esta, y Rei descansaba sentado en la arena, esperando a sus padres y pensando en el motivo por el que se habían dirigido hasta allí desde el país del Agua. Habían pasado muchas cosas estos últimos años de las que Rei no entendía gran cosa, pero al parecer un descendiente de una rama de su familia que creían había desaparecido se había convertido en una persona muy importante, y se habían dirigido hasta aquí para pedirle ayuda con las tormentas de nuestro país, que habían destrozado ya no solo embarcaciones, también casas y demás lugares. Nuestro pueblo había sido arrasado por una de ellas, y habíamos decidido venir con la esperanza de que este señor pudiera ayudarnos. Anochecía ya, y empezaba a hacer frío en la playa, pero Rei tenía que esperar allí a sus padres, quienes tendrían que haber llegado ya, pues llegaban hoy en otra embarcación. El motivo de que viajaran separados es que la tormenta, tras arrasar nuestro pueblo, parecía haberse vuelto menos fuerte, por lo que decidieron pedirle ayuda a un viejo amigo de papá, que se dirigía hacia aquí, se supone que el día siguiente ellos saldrían junto a los refugiados del desastre, y tras llegar se dirigirían a la costa que da al continente, pues en esta parece que la tormenta no suele aparecer, cosa que comprobó hoy el joven Rei.

Anocheció totalmente, la luna se encontraba cerca de estar llena en el cielo, que comenzó a taparse para dejar caer una fría lluvia de invierno, a Rei no le importaba el frío ni la lluvia, de hecho ya estaba acostumbrado a ambos, sin embargo comenzaba a tener miedo, pues estaba totalmente solo, sin ninguna luz que alejara la oscuridad. El joven se arrodilló debajo de una palmera, y esperó, agazapado y resguardado de la lluvia, cuyo sonido era interrumpido por algún que otro sollozo.