Misión: Invasióóóóóóón

Las tribus han decidido atacar la villa de Suna, pero eso es lo menos importante, lo crucial es que las defensas aún están desorganizadas y para cuando lleguen los Manaberes seguirán estándolo. Lo veo algo bastante normal, porque organizar todas las defensas de la villa no debe ser una tarea, digamos, fácil. Así que tengo que ir con un compañero, que aún no conozco, a frenar un poco las tropas que se acercan a nuestra villa para darla tiempo.

Esta vez, como era una misión en conjunto, es decir, tenía que hacerla con un compañero no podía llegar tarde. Y no solamente por eso, sino porque ahora mismo gran parte de la defensa de la villa dependía de mi. Aunque esta era más arriesgada, pues una vez estuvieramos alli intentando frenar a los que querían atacarnos no podrían venir a ayudarnos. Era una tontería, si pudieran ir a defendernos entonces está claro que no nos necesitarían. Así que me despierto pronto con cuidado de no despertar a Sadoru y me visto fuera de la habtación para no tener que encender la luz.

Hacía mucho tiempo que no me ponía esta ropa, excepto la última vez que fui a entrenar con Sadoru para que viera como era, aunque claro él no había hecho mucho, solamente se había sentado a reírse mientras intentaba dominar dos técnicas. Sin embardo, al final no fue tan mal, mientras el buscaba piedras yo había conseguido aprender otra técnica que seguro que serviría de algo para hoy.

Aunque hay mucha gente más cualificada para cubrir esta misión me alegra ir yo, pues aquí sentada sin saber que hacer mientras sé que fuera de esta villa hay un peligro y mi hijo está aquí durmiendo no creo que pudiera aguantar mucho con mi mente cuerda. Por lo que entro a la habitación para coger el abanico y salgo antes de que se despierte, pero mientras estoy saliendo por la puerta oigo que me llama: “¿Mama?” Voy a su cama. “Tengo que salir a hacer una misión, pero para la tarde, de noche como mucho, habré vuelto. Cuando tengas hambre comes, que te he dejado en la nevera, te quiero mucho” le doy un beso en la frente y le vuelvo a tapar para que se duerma, aún es muy pronto para que se despierte y no quiero que se pase el día entero cansado.

Me dirijo hacia el desierto, con paso lento, no solo es pronto para él sino que también es pronto para mi, con los nervios he salido antes de lo debido y no quiero llegar y encontrarme sola (no quiero ataques por sorpresa y que mi compañero no esté a mi lado para luchar junto a mí). A pesar de que llego un poco pronto, veo a lo lejos, en el desierto, un muchacho sentado mirando hacia… el horizonte, supongo, o a lo mejor hacia el lugar de donde viene el enemigo, quien sabe, el caso es que está sentado en la arena del desierto y mira en la dirección opuesta de la villa.

Para no asustarle me acerco haciendo más ruido de lo normal y cuando llego a su lado le digo “Buenos días, me llamo Katniss Everdeen, soy tu compañera para la misión”. Se levanta y miro hacia donde estaba dirigiendo la vista, ahora entiendo a qué estaba mirando, unas sombras se acercan hacia nosotros desde la lejanía. Bueno, supongo entonces que “la guerra ha comenzado”.  No les voy a dar la oportunidad de que lleguen a mi posición sin estar preparada, así que abro el abanico, con la primera estrella, y espero.

El último en llegar había sido un chico que se hacía llamar Luffy. En una misión como esta no debería llegar tarde nadie, aunque claro, viendo el paso con el que llegaba el enemigo bien podría haber llegado una semana tarde que nos habría pillado en la misma posición: Esperando. “Encantada, yo soy Katniss Everdeen y ayudaré con el elemento de viento”.
Me distancié treinta metros como había dicho y me subí en mi abanico para poder moverme más deprisa. Subí el máximo posible y me acerqué hasta quedar a veintiséis metros de ellos, por lo que mi distancia desde arriba hasta su posición era de casi treinta metros. EL primero en atacar fue el Shinobi que había llegado en primer lugar, que no había dicho como se llamaba. Lazó flechas acabando con los bárbaros que atravesaba. Luffy, el tardón, hizo un foso en el que caerían todos los que pasaran por allí.
A pesar de todos sus esfuerzos para que no se acercaran eso no evitaría que nos atacaran a distancia, así que desde mi posición levanté una espesa capa de arena que les impediría apuntar con precisión, pues no nos verían desde dentro. Sin embargo, nosotros si veríamos sus posiciones desde dentro, así que podríamos dar en el blanco sin fallar ni una vez.  Cuando me cercioré de que estaba completamente tapado el área que ocupaban los bárbaros comencé a atacar.
Lo primero que se me ocurrió fue usar mis shuriken, así que lancé dos al primer bárbaro. Pero no eran unos shuriken cualquiera, los infundí en chackra para que fueran más rápido y girando. Como surtió efecto tiré otros dos contra otros acabando con él también. “Creo que le estoy cogiendo práctica a esto de acabar con los bárbaros” Me dije mientras me bajaba del abanico, para estos ataques quería usarlo aunque fuera, al menos, una vez.  Comencé a hacer giros con el abanico, me sentía como si estuviera en un baile y mi abanico y yo fuéramos los protagonistas  aunque más que un baile de entretenimiento era más bien un baile para morir. Lo giré tantas veces que de él salieron dos torbellinos, que se alzaron contra los dos enemigos más próximos a mí, quedando atrapados en él y, finalmente, muriendo. Fue divertido ver como salían volando, incluso estoy segura de que me habría reído si no fuera porque llegó demasiado pronto la parte en la que quedaban aplastados en el suelo dibujando un cuadro rojo y rosa.
Le había cogido el truco. ¿A ver cuántos puedo matar?, con diez me bastaba, no quería dejar a mis compañeros sin diversión por el momento. Llevaba cuatro, me quedaban seis. Volví a mover el abanico, pero aquella vez no daba vueltas ni bailaba, lo moví como si fuera dueña del viento y quisiera lanzarlo hacia ellos. En efecto, me sentí dueña del viento, porque en cuanto acabé los dos movimientos, el primero para una ráfaga de viento y el segundo para otra pero para un lugar distinto  una oleada de aire agresiva de lanzó contra dos más. Sin embargo, gracias a mi control sobre el chackra se acabo convirtiendo en pequeñas cuchillas que se clavaron en ellos. Que te claven cuchillas no es tan divertido como morir volando, por lo menos en la primera manera te sientes libre, como si pudieras volar.
Cuatro. Volví acoger el abanico, eso de andar cuando puedes volar no es para mi. Esta vez pasé del huracán al torbellino, y en vez de vertical sería en diagonal. Me costaba elegir cual, parecían todos iguales desde dentro de la nube de arena que había creado. Para mi todos eran sombras, iguales, no importaba quien matara porque a ninguno lo veía ni lo miraba a la cara a morir, solo miraba a una sombra y al lugar donde deberían estar sus ojos escondidos entre tanto amasijo de arena. ¿Me buscarían antes de morir con la mirada para saber quien es el asesino?¿O tendrían los ojos cerrados porque la arena les impedía abrirlos? En cualquier caso, yo si sabía a cual mataba y era totalmente consciente de a quien elegía para acabar con su vida. De todas maneras elegí cuatro al azar, así luego no me sentiría tan mal al volver a casa. Sus muertes fueron rápidas, cuatro torbellinos salieron de mis manos en dirección cada uno a una punta distinta de cada perímetro que ocupaban, murieron al instante. A pesar de que había ido allí para acabar con todas las tropas que pudiera y, ya de paso, retenerlos. Me sentía un poco mejor con cada uno que mataba, era una posibilidad menos de que alguno de ellos acabara con Sadoru.

Acciones:

Gastos y Daño: